Para Baudoin, dibujar es como tocar un violín; su pincel es como el arco sobre sus cuerdas. Viéndolo dibujar se comprende muy bien: Baudoin rasga el papel cambiando de ritmo y volumen de su trazo, que mancha con fuerza, se arrastra con suavidad y acaba, dejando espacios en blanco, silencios sobre el papel. Una explicación sencilla pero muestra de su apasionamiento como dibujante, de su forma amorosa de pintar... Dibujar es además de una técnica, una forma de hacer música.
Su Viva la vida es un reflejo magnífico de ello. Junto con su amigo Troubs viajaron a Ciudad Juárez para conocer el drama que en ella se sufre: el asesinato de las mujeres maquiladoras, la explotación, el narcotráfico, el tráfico de personas hacia El paso... Pero quisieron hacerlo desde una afirmación de la vida.
Por eso iban pidiendo a sus protagonistas que les dejaran dibujarlas, les contaran su historia y sobre todo les dijeran cuál era su sueño, sus deseos para la vida. Regalaban los retratos pero iban llenándose de las historias de los habitantes de esta ciudad maldita, en la que a pesar de la violencia se mantiene la esperanza.
Y la esperanza son también las bibliotecas. Baudoin cuenta cómo funciona una biblioteca infantil creada por una familia para enseñar a leer y contar cuentos a los niños de un barrio marginal de la ciudad.
Baudoin se me mostró con un gran maestro, de mirada vivaracha y sonrisa franca, de apariencia frágil pero con la fortaleza que da la pasión por su trabajo y disfrutar haciéndolo.
Una fotografía mientras dibujaba en su master class:
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