La primera es Metralla, de Rutu Modan, una novela en la que un hijo y la amante del padre buscan a éste tras su desaparición, causada aparentemente por un atentado en Tel Aviv. Su recorrido buscando al padre es un intento también de comprenderlo y ajustarle las cuentas. Algo que, salvando las distancias, han hecho muchos escritores a través de la literatura desde la magistral Carta al padre de Kafka. Tema que también, por supuesto, está en novelas de Taniguchi como El almanaque de mi padre y Barrio Lejano, aunque en éstas se antepone el deseo de superar los traumas de la relación, causados por la separación o el abandono en la infancia o la adolescencia.
Mientras tanto también leía Café Budapest, conmovedora novela de Alfonso Zapico en la que un joven violinista judío y una muchacha árabe repartidora de fruta se enamoran e intentan vivir su amor por encima de la historia. El escenario es el convulso Jerusalén posterior al final de la segunda guerra mundial, cuando se está repartiendo la ciudad y se crea el estado de Israel. Una madre marcada por el horror de Auschwitz y la tortura de su esposo, la división de Palestina, la ruptura de la tradición de convivencia de la ciudad, encarnada en el Café del tío Josef, y sobre todo el deseo de salir adelante pese al dolor y el conflicto son los elementos que hace de ésta una emocionante novela.Y por último se me ha cruzado igualmente la lectura de Mátame, excelente novela negra de David Lapham. Una historia de amor imposible en la que el protagonista intenta por encima de todas las adversidades recuperar a su amor de adolescencia, convertida en mujer fatal. Otra forma de cruzarse vidas, tiempos, muerte y destino…
Juntas y por separado me han hecho pasar buenos ratos, pues combinan delicadeza, desgarramiento, pasión, amor, dolor y alguna que otra esperanza.
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