
En este caso, el dibujo del propio dolor fue la ayuda para extraerlo, y así logra darnos una historia auténtica, que Ponent Mon ha puesto en el papel magníficamente, como siempre. Su edición traslada, creo, la intención del autor al dibujar a lápiz, de modo rápido y movido, sobre un papel ligeramente tiznado, esta etapa de terapia, alucinación e intentos de superación y encuentro, que cuesta pero no se puede dejar de leer.
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