La mayoría de lo que se nos cuenta son experiencias propias de la adolescencia y muy corrientes, nada de particular: un primer trabajo, alguna juerga, un fuerte enamoramiento, algunas dudas sobre el propio trabajo, los sentimientos, la separación de la familia y el deseo de dedicarse al cómic....
El encanto de este cómic viene de la sensibilidad con que se nos cuenta esos pequeños hechos de la vida del autor, la autenticidad. El autor es sincero a la vez que discreto en el relato, muestra sus dudas e incertidumbres, se muestra tímido e inseguro en las relaciones, a veces expresa su envidia o su admiración. Se presenta como él cree que lo ven los demás: aún poco adulto, a veces temeroso pero abriéndose a la vida, alguien que se debe dejar aconsejar o conducir todavía pero que se va afianzando.
Frente al torbellino que era la introducción juvenil de Tatsumi en el manga según Una vida errante, aquí esa pasión está más contenida, se opta más por ganar oficio y ejercitarse que por innovar: dibujar animales en el zoo, perfeccionar el estilo, aprender a realizar fondos o a dibujar la figura humana. En estas dos biografías de juventud se refleja el carácter y el modo de abordar el dibujo y las temáticas de estos dos maestros. El relato de Tatsumi es sistemático, objetivo, completo, realista, casi enclopédico; Taniguchi nos deja solo unas pinceladas, unos capítulos de su vida, que también nos dejan comprenderlo, pero de una manera más poética que racional, más esbozada que descrita en detalle. En Un zoo en invierno nos cuenta dos años de su vida, vemos su evolución personal y sus orígenes como dibujante, lo que lo hace entrañable. Pero nos deja con ganas de saber más, de seguir leyendo. Quizás por eso sabe a poco.
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