Paul se muda, de Michel Rabagliati, sigue la trayectoria de este autor, que relata sencilla y espontáneamente su vida a través de la de Paul. Ya hemos comentado antes Paul va a trabajar este verano y Paul en el campo, que están en la misma línea. En este caso el joven está estudiando diseño y encuentra el amor, lo que le lleva a la vida independiente de sus padres y a iniciarla con su pareja. De ahí la mudanza. No pasa gran cosa, pero tiene mucho encanto, a mi parecer. Hacer un viaje a Nueva York con tus amigos y la guía de tu mejor profesor, visitar a la abuela, escuchar sus historias, cuidar de unos sobrinos... cosas corrientes.
El autor lleva publicados seis títulos de su personaje, y éste es el primero que publica en España Astiberri, pues los anteriores llegaron de la mano de un proyecto editorial menor, Fulgencio Pimentel, del que no se qué ha sido. Ahora el tamaño se ha reducido para abaratar costes, supongo, pero la edición está bien.
Las mudanzas son momentos que dan para mucho: implican un cambio vital, quizás de ciudad o de modo de vida. Y también obligan a pensar qué nos llevamos y qué dejamos. Reordenar y empaquetar nuestras pertenencias nos hacen pensar en lo que significaron para nosotros y en por qué conservarlas. Por eso recomiendo la lectura de un texto breve pero emotivo y buenísimo: La mudanza de Adán, de Luis García Montero, que se centra en lo que supone para el protagonista trasladar su biblioteca, que en cierto modo es reflejo de su vida...
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