Tomoji nos cuenta la infancia de una niña que llegó a ser la fundadora de un templo budista en la región de Tokio. Taniguchi opta por contarnos no la vida adulta pública de Tomoji Uchida sino su niñez, ambientada en el Japón rural de principios de siglo pasado, hasta el momento del matrimonio. Una vida sencilla, llena de dificultades familiares, de salud y de escasez de medios económicos entre preciosos valles y montañas que el dibujante homenajea dedicándoles su capacidad para el detalle y para la panorámica.
Contada con la dulzura propia de Taniguchi, vemos cómo pasa la vida de la protagonista, con un ritmo de tiempo propio del mundo agrícola: las largas caminatas a la escuela, la unión de la familia ante la enfermedad o la muerte, el trabajo desde la infancia en las tareas del campo o la casa, la sumisión y aceptación de las tradiciones por muy duras que sean...
Todo ese ambiente de sometimiento a la tierra y
a lo establecido lleva a la laboriosa Tomoji a desarrollar cierta espiritualidad que la marcará, y quizás hace comprender la biografía que ya en el cómic no llegamos a conocer.
Taniguchi, con la colaboración como guionista de Miwako Ogihara, vuelve a crear un cómic encantador, que nos hace introducirnos en la vida cotidiana de los personajes y empatizar con ellos, sus esfuerzos y sus ilusiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario