Parece imposible, pero Carlos Giménez se supera en este nuevo volumen de su inacabable serie sobre los niños de padres republicanos de la posguerra de España, recluidos en hospicios y sometidos al nacionalcatolicismo franquista. Empiezo a leer Paracuellos 8 y me doy cuenta de que con la segunda página tengo los ojos humedecidos.
El punto de entrada de estas historias es un foco de atención nuevo: el de las madres que no pueden estar con sus hijos y que saben que éstos no podrán comprender por qué no van a recogerlos o a visitarlos. Pero los niños crecen y aciertan a razonar: "Las madres no tienen la culpa", le dice uno de ellos a otro desconsolado tras esperar a la suya infructuosamente.
Mientas en episodios crueles vemos cómo un niño es privado en empezar el bachillerato por leer novelas, Carlos nos da también testimonio de personas sencillas que intentaban sacar a los chavales, darles agua y pan o llevarles el cine al hospicio. Emocionante.
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