El martín pescador, de Luis Durán, en una historia difícil de resumir pero que acepta calificativos como onírica, melancólica o nostálgica. Podría verse como una alegoría de la vida y sus reflejos en cada uno de nosotros, y el hilo principal gira en torno a un profesor de literatura, Martín, al que otro Martín, un político mezquino, encarga hacer una autobiografía de su infancia utilizando y apropiándose de los recuerdos de niñez del escritor. La rememoración que hace éste, que parte de los relatos de un abuelo sobre el pueblo originario de la familia inundado por un pantano, le va ayudando a reencontrar los reflejos de su historia, a la vez que van apareciendo otros muchos personajes quizás borgianos. Entre ellos tendremos a un tímido anotador de cada una de sus observaciones de cualquier nimia realidad que archiva en cajas de zapatos con una imposible pretensión de exhaustividad, a una niña que sueña que vive en un cuadro de Gauguin, o a un generoso joven negro que entre en los sueños de los demás para ayudarles.
Entre la fantasía y la filosofía de las sombras, la apariencia, los reflejos y los espejos que soñamos atravesar, Durán nos sumerge en un mundo irreal, de sueños, de infancia, de memoria lejana formada por flashes que reconstruimos, de objetos inexplicablmente conservados desde la niñez... Creo que se trata de no intentar entender del todo, sino dejarnos sugerir o llevar a nuestro propio mundo, en tus propios misterios olvidados.
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