Así, tenemos a un niño que juega y se divierte mientras su padre pasea absorto en el periódico que está leyendo, dejándole por un rato la libertad que supone su falta de atención. O que durante una siesta impuesta se inventa historias recorriendo y jugando con la edición de la enciclopedia España de la casa de la abuela. Que se inventa una historia con los apellidos de una orla de graduación de un oftalmólogo, que asume con más naturalidad que los mayores la muerte de un vecinito, que se reinventa los poderes de Dan Defensor, que juega con piedras mientras esperan el rescate de un montañero o que consigue que una niña le diga que gusta cómo salta. Felicidad plena de descubrir por primera vez las cosas, y de poder aplicar una razón ingenua con la que maravillarse de las cosas.
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