Los grandes espacios, de Catherine Meurisse, es una extraordinaria rememoración de la autora de su infancia, cuando su familia estaba instalándose en una casa antigua.
La niña demuestra una enorme capacidad de observación y disfrute de lo que aporta la naturaleza, los árboles, los jardines, las distintas flores, y también el paisaje en su dimensión humana y natural, que la familia va a la vez respetando y configurando con sus labores.
En el cómic vamos viendo pasar los pequeños o grandes descubrimientos de la niña: las piedras y su historia, los fósiles, las transformaciones erróneas por culpa de políticas agrarias equivocadas, como la concentración parcelaria, las variedades de plantas y los ecos de esos paisajes en la literatura y la pintura francesas.
La niña va sobre todo disfrutando desarrollar la curiosidad en un entorno que le da muchísimas ocasiones de disfrutar conectando vida, historia y creatividad, apoyada en su inteligencia y en la capacidad de imaginar con la libertad que da la inocencia infantil.
Un detalle de los muchos del cómic que refleja esa unión de naturaleza, observación y aprendizaje es cómo describe los ciclos de las plantas y su ritmo como una forma de calendario y de conocimiento natural de las estaciones, que se sintetiza en la página que reproduzco aquí.
En suma, un cómic con encanto que transmite una enorme sensibilidad y un gran amor por la naturaleza, que nos va llevando desde lo más sencillo a Proust o Rabelais y hasta el Museo del Louvre. donde tantas pinturas dan testimonio de la campiña francesa. La autora logra quizás su mejor obra a través de la recreación de su infancia: un cómic a la vez poético y ecologista.